Terminar de escribir un puñado de letras en una hoja que, además, no es
ni real. Es virtual, es una pura ilusión.
Pues bien, al terminar de escribirlas o, al menos, al darme por satisfecha
momentáneamente, le doy a guardar. Le pongo un nombre que sólo yo puedo
entender en su pleno significado.
Suspiro, sonrío, pulso Enter, y un escalofrío
me recorre el cuerpo, nada que ver con el hecho de que estoy en manga corta. Es aquel momento de
íntima y discreta felicidad personal
que pocos conocen, pero que, quienes lo hacen, saben perfectamente a lo que me
refiero, y anhelan esta sensación cuando llevan un periodo de tiempo sin ella.
Es más; cuando terminan una obra, y no sienten este estremecimiento en el fondo de sus corazones, saben que algo va
mal. Que hasta las letras -que, cuando te adoran, lo hacen sin reproches ni
condiciones-, te han fallado. Y entonces, cuando hasta ellas te dan la espalda..
Más vale apagar el ordenador, hacer punta al lápiz, y volverlo a guardar en el
estuche. De nada sirven las rabietas, ni tirarlo contra la pared, a ver si con
el golpe "despierta" y se
pone a escribir cual loco. Como si fuera responsabilidad suya… Aunque, bien
pensado, ojalá así fuera. O, al menos, ojalá nos dieran ese empujoncito que necesitamos a veces.
Porque, si no eres afortunado, y no
tienes cerca a alguien en quien realmente confías,
alguien que comparta -y comprenda- tu pasión; para enseñarle tus escritos más íntimos, tus borradores, hasta aquella
reflexión escrita en un pedazo de la
libreta de Sociales.. A veces te desesperas y puedes pensar que nada vale la
pena, que lo que estás haciendo no tiene futuro
alguno. Pero no debes perder la esperanza, porque puedes encontrar a esa "media naranja literaria", o como
queráis llamarla, en cualquier momento, en cualquier lugar, en alguien que ah
estado ahí siempre y en quien menos
te esperas. Lo único seguro es que, en
el momento clave.. Va a estar ahí. Yo,
ya la he encontrado…
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