jueves, 14 de marzo de 2013




En la vida del escritor todo el mundo tiene algo que ver. Dejan una palabra, una señal, una sonrisa, una expresión del rostro que permanece ahí, en la memoria, como una pincelada que nadie podrá borrar jamás...

                                                                                                  Federico Moccia






Y así es, y resulta inevitable. Para escribir des del corazón, hacen falta dos ingredientes: la imaginación, y algo sobre lo que escribir. Quizá sea obvio, pero en realidad, es más complejo de lo que parece. Por mucha imaginación que tengas, es difícil soltarte si no tienes algo, o alguien sobre lo que escribir. Algo o alguien que, por tanto, existe realmente. O, al menos, está basado en algo existente, algo palpable. De la misma forma que, si no tienes imaginación, te quedas plantado sobre el papel, con mil cosas en la cabeza pero sin ninguna idea clara o convincente. Es como intentar coser sin aguja, o intentar besar sin labios. Imposible, lo mires por donde lo mires.




Así que, la clave para tener siempre en la cabeza algo sobre lo que escribir, es conocer a ese algo. O, más bien, a ese alguien. Ese alguien, a veces, no es quien esperas, o quien querrías que fuera. La lógica diría que ese alguien tendría que ser tu ídolo, tu cantante favorito, tu novio. Pero, ¿quién atiende a la lógica? En la vida, nos enamoramos de la persona menos adecuada, queremos hacer lo prohibido y nos dejamos llevar por los impulsos mucho antes que por los pensamientos. Por lo tanto, nunca nos podemos fiar de la lógica. Una de las Reglas de Oro, de esas que, por mucho que queramos, no vamos a poder cambiar.




Para empezar, siempre, en cualquier escrito, va a aparecer él. Sea en un rincón, sea el protagonista de la escena; siempre estará ahí. Pero no va a estar solo. Va a estar acompañado de todo aquel que sea o haya sido importante, en algún momento, para quien escribe. Puede que no con precisión, sino mezclándose con la ficción, desempeñando un papel secundario o guiando al escritor a través de sus ideas, como un Ángel de la Guarda. A sabiendas, o de forma totalmente inconsciente. Pero, en algún momento u otro, en algún escrito, va a aparecer, aunque sea en unos breves instantes, como un relámpago. Sin embargo, es muy probable que ni siquiera se le dé importancia. Porque, la importancia, es otra persona quien se la lleva. Es el protagonista de tu historia, la historia construida gracias a cada idea que ha pasado por la mente, y en la que sólo el que imagina decide.




Pues bien, ese alguien, puede ser el más inesperado. Des de alguien que te caiga rematada e inevitablemente mal, hasta alguien en el cual ni si quiera habías reparado. Un alguien que, de un día para otro, puff, deja de ser él para empezar a ser ÉL. Y no hay que sentirse mal por ello. En absoluto. El corazón nunca está equivocado. Es, posiblemente, el único que se libra en esta vida de cometer errores.




Quizá, por un enamoramiento, por una amistad que parecía ser verdadera o por una decisión alocada llevada a cabo en el último momento, te sientas traicionado. Te llene la rabia y pienses que te gustaría no tener sentimientos, no tener corazón. Pero, créeme, en el fondo, no es así. Porque, sin él, no somos nada. Y, si te está haciendo pasar por esto.. Es por alguna razón. No vas a encontrarla inmediatamente, quizá al cabo de unos años; quizá no la encuentres nunca. Pero, esa razón, estará ahí. Y, sin que te des cuenta, ese pequeño órgano que nos da la vida, te acaba de salvar de algo mucho peor.


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