sábado, 24 de mayo de 2014

Maldito garbancito

A veces algo te golpea tan fuerte que parece que te agujerea hasta el alma. Y si al menos escapara a la misma velocidad con la que te ha travesado, huyendo por tu desprevenida y desnuda espalda... Pero no; se queda atrapado entre tus entrañas, aferrándose a ti a través del dolor, como un niño se resiste a separarse del cuello de su madre. Y parece que te rete. "Si sabes lidiar conmigo, no voy a ser más que una molestia pasajera", dice. "Pero, si cometes el error de darme un margen de credibilidad, estás perdido". Y la mayoría lo estamos.
Y la herida representa un punto de inflexión. A partir de aquel momento, deambulas torpemente, deseando llegar adonde puedas cobijarte. Y no te duelen los múltiples rasguños y magulladuras que te lleves, gratuitamente, por el camino. Hasta que la sangre caliente no te haya resbalado hasta los pies, dejando un reguero de sufrimiento a tu paso, y sientas la cabeza dar vueltas, y tus ojos se ahoguen en las lágrimas más saladas que nunca han conocido; hasta entonces, no te darás cuenta de que tienes que aminorar la marcha, o no vas a llegar nunca.
Y buscas un árbol en el que apoyarte. Un tronco seco, primo hermano del olmo seco de Machado. Preferiblemente, sin ramita alguna en la que creer. Y sueltas la carga que no te habías dado cuenta que soportabas en la espalda, y mojas tus manos y, posteriormente, tu cara, en el arroyo del que no te habías percatado. Y cierras los ojos. Respiras. Intentas relativizar el objetivo, los errores, la distancia, el miedo, la soledad, la impotencia, la insignificancia. Y por más que te empeñes en intentar echar una cabezadita, no vas a conseguirlo. Vas a tener que esforzarte aún algo más para llegar a la meta. Pero, primero, necesitas fuerza. Necesitas vida. Energía. Fluido. Intercambio. Paz.

Te haces fuerte poco a poco e introduces la mano en la herida para deshacerte del objeto detonante. Y, con un esfuerzo sobrehumano, sacando poderío de donde no sabías que lo tenías, te deshaces de él. Que posiblemente no sea mayor que un garbanzo ni sea tan fuerte e invencible como quería hacer pensar. Y, con unas palabras, así como estas que ahora escribo, liberas el desencadenante-garbancito río abajo. Y, volviendo a Machado, esperas que del mar nunca regrese, ni se atreva tan siquiera a aflorar a la superficie. 

domingo, 23 de marzo de 2014

¿Por qué siempre tenemos que encontrar una respuesta -satisfactoria- a todas nuestras preguntas?


Porque, tratando de encontrar algo con lo que contestar a todas nuestras preguntas, nos llevaríamos ciertas decepciones, más o menos a menudo, dependiendo de cuanto afán ponga nuestro cerebro en analizar todo lo que pasa a su alrededor. Pero, si lo que perseguimos es encontrar una respuesta que nos parezca placentera para todas las cuestiones que nos rondan la cabeza, estamos eternamente condenados al fracaso. Sea la nuestra una conciencia curiosa y persistente o despreocupada.
Y pasa que la mía es del primer grupo. Y necesita sentir constantemente que todo está en su lugar. Y se juzga e hiere constantemente, y busca refugio en el lugar menos adecuado, sea remoloneando y negándose a moverse del origen del daño, o bien yendo en busca del más cercano: una balada triste, unas fotos antiguas, una historia idílica.. Este trozo de papel.

Y sentirse así no mola. Para nada. Y que, además de la carga que te toca soportar ya de por sí, te exijan aún más, es aún peor. Ingenuidad, desconocimiento, inocencia. ¿Y ellos, qué sabrán?
¿Por qué nos empeñamos siempre en exigirnos gustar a todo el mundo? ¿Por qué intentamos permanentemente ser comprendidos? Deberíamos rendirnos a los hechos: es imposible. Y cuantas más vueltas le demos, más injusto e ilógico nos parecerá.


lunes, 10 de marzo de 2014

¿Qué más da todo?

Y ya da igual no dormir, y ya da igual rendirse a la evidencia de que no puedo acallar mi mente. Ya da igual que, un día más, haya vuelto a caer en el mismo error: en el error de perder el tiempo. Y cuando alguien "pierde el tiempo", se espera que lo haya perdido haciendo algo. Pero, ¿y si no tiene ese "algo" a hacer? ¿Y si cada cosa que empieza prefiere dejarla, a medias (rayadas o a topos, como prefieras, Andrea), porque, como acaba de hacer, la ha fastidiado?. De nuevo, sí. ¿No había decidido empezar en primera persona, y así estoy siguiendo ahora? Entonces, ¿cuál es el porqué de cambiar eso a medio escrito? ¿Por qué generalizo el problema como si fuera algo común? Sencillo: porque ni yo me entiendo. Porque no sé adónde quiero llegar, ni qué quiero expresar. Porque lo único que me veo capaz de escribir (y a duras penas) es un diálogo conmigo misma, insustancial, consistente en el  vagueo por mi mente; un Tour gratuito por el que nadie apostaría, ni para alegrar un día de verano, ni para pensar en un día de otoño, ni para llorar  uno de invierno; y mucho menos para fomentar el optimismo primaveral.