Porque, tratando de encontrar algo con lo que contestar a todas
nuestras preguntas, nos llevaríamos ciertas decepciones, más o menos a menudo,
dependiendo de cuanto afán ponga nuestro cerebro en analizar todo lo que pasa a
su alrededor. Pero, si lo que perseguimos es encontrar una respuesta que nos
parezca placentera para todas las cuestiones que nos rondan la cabeza, estamos
eternamente condenados al fracaso. Sea la nuestra una conciencia curiosa y persistente
o despreocupada.
Y pasa que la mía es del primer grupo. Y necesita sentir
constantemente que todo está en su lugar. Y se juzga e hiere constantemente, y
busca refugio en el lugar menos adecuado, sea remoloneando y negándose a
moverse del origen del daño, o bien yendo en busca del más cercano: una balada
triste, unas fotos antiguas, una historia idílica.. Este trozo de papel.
Y sentirse así no mola. Para nada. Y que, además de la carga
que te toca soportar ya de por sí, te exijan aún más, es aún peor. Ingenuidad,
desconocimiento, inocencia. ¿Y ellos, qué sabrán?
¿Por qué nos empeñamos siempre en exigirnos gustar a todo el
mundo? ¿Por qué intentamos permanentemente ser comprendidos? Deberíamos
rendirnos a los hechos: es imposible. Y cuantas más vueltas le demos, más
injusto e ilógico nos parecerá.